Risco de San José.

Saliendo del casco antiguo de Vegueta y hacia el sur, nos encontramos con el barrio de San José. A lo largo del paseo que lleva su nombre, pasamos de las primeras construcciones aledañas al casco antiguo, a casas terreras de una y dos plantas, con fachadas decoradas de cantería en dinteles de puertas y ventanas; el aire ciertamente señorial de las mismas, nos remite a los orígenes de sus primeros ocupantes.
Entre tramo y tramo del paseo, serpentean las escalinatas y callejones que suben hacia el risco, hoy ocupado por numerosas construcciones que de forma irregular y de colorido llamativo, nos ofrecen un paisaje cubista y abigarrado.
Hacia la mitad del actual paseo se erige la Iglesia neoclásica (antigua ermita de San José), que data del siglo XVII y a cuyo alrededor se fue prolongando el caserío. Esta zona ha sido, y es, el centro de desarrollo comercial y asociativo del barrio, denominándose hasta finales del siglo pasado "carretera Las Palmas-Agüimes", ya que era la conexión entre la ciudad y el sur de la isla.

En la actualidad, el barrio-risco de San José forma parte del cordón urbano periférico del municipio de Las Palmas de Gran Canaria, situado en el denominado Cono-Sur. Pueden diferenciarse tres zonas, perpendiculares al paseo: "El Moñigal" (boñigas), "La Portadilla" y San José propiamente dicho. La primera comprende desde el barranco de Osorio a la calle San Francisco Javier; a continuación estaría la zona de San José en las inmediaciones de la iglesia; la Portadilla se corresponde con la entrada norte del barrio que arranca en los limites de Vegueta, a partir de la calle Real de San Juan.

La primera constancia histórica sobre los riscos queda atestiguada en el siglo XVII, por la representación cartográfica de los mismos en el plano de Pedro Agustín del Castillo de 1686; de hecho, las ermitas de cuyas advocaciones toman los nombres (San Nicolás, San Roque, San Juan y San José) fueron erigidas en esta época y a su alrededor se conformó el caserío inicial.
Las razones de este asentamiento peculiar nos remite a la misma fundación de la ciudad (24 de junio, 1478), y al repartimiento de la propiedad de la tierra entre las clases privilegiadas. El primer casco urbano se configurará en tomo a la plazoleta de San Antonio Abad, continuando hacia Triana. Las construcciones iniciales se situaban en el interior del sistema defensivo, consolidado a finales del siglo XVI (1576-1584) con la construcción de dos murallas una al norte y otra al sur de la ciudad. Hasta el siglo XVII la urbe crece a "intramuros" (dentro de las murallas), es decir aumenta la población y la densidad de construcciones pero no crece en perímetro.
Ante los ataques y saqueos de las flotas extranjeras, que se adentran en aguas del archipiélago, la ciudad atraviesa una época de inestabilidad. Las murallas suponían una defensa para la urbe, a pesar de lo cual sufrió acosos y destrucciones como la acaecida el 26 de junio 1599 por la armada holandesa al mando de Van der Does. Tras la misma, comenzó la reconstrucción de la ciudad pero también tiene lugar el desplazamiento de la población más humilde, ya que se llevaron a cabo modificaciones y ampliaciones en la trama urbana, con claras connotaciones clasistas. Así, las colinas ("riscos") que rodeaban la ciudad se convirtieron en el mejor refugio, tanto por la dificultad de acceso como por la fácil evacuación que ofrecían hacia el interior de la isla.

Lo cierto es que en el siglo XVII, San José aparece ya cómo núcleo establecido. Estaríamos, pues, ante un asentamiento marginal, constituido por familias de origen humilde (criados, arrieros, artesanos jornaleros, marineros etc.) de la ciudad de Las Palmas, así como del interior de la isla e incluso procedentes de las islas de Fuerteventura y Lanzarote, inmigrantes que acudían a la ciudad huyendo de difíciles coyunturas (sequías y hambrunas) o para el anhelado y socorrido embarque hacia América; se trataba pues de un contingente de trabajadores rurales que buscaban en la ciudad mejores condiciones de vida.
De hecho, hacia mediados del siglo XIX (censo de 1835) un tercio de la población activa de San José eran jornaleros agrícolas, comprensible por la importancia de las extensas fincas aledañas dedicadas a la explotación del monocultivo de turno. La propiedad de estas tierras siempre estuvo en manos privadas y con la desamortización del siglo XIX fueron absorbidas por unos pocos compradores de la nobleza y burguesía.

Es a partir de esta época cuando comienza la urbanización y especulación del suelo de la zona, y con ello la parcelación y desaparición de las huertas y fincas plataneras. Entre otros casos, encontramos el del comprador don Antonio de la Rocha que adquiere terrenos aquí, en la Vega de San José. Efectivamente en 1869 asistimos a los primeros intentos de urbanización de estos terrenos, no por parte de sus propietarios sino del Ayuntamiento que en un pleno propone la apertura de la calle que uniría -atravesando las fincas- la ermita de los Reyes a la Vega de San José. Será en 1872 cuando se lleven a cabo estas obras y la nueva vía discurriría por el trazado de la antigua muralla de Los Reyes, hoy calle Hernán Pérez.



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