El barrio de Triana.

El barrio de Triana ha supuesto una constante histórica en la evolución urbana de Las Palmas de Gran Canaria, casi desde el mismo momento en que tuvo su origen el primer núcleo de población de esta ciudad, a partir del último tercio del siglo XV. La elección del nombre de Triana por parte de sus antiguos habitantes posiblemente puede tener relación con el trianero barrio de Sevilla, dado el importante aporte poblacional andaluz que arribó a Canarias en los primeros momentos tras la conquista.
La superficie de Triana tradicionalmente estuvo delimitada por el barranco de Guiniguada al sur, el mar al naciente, una estructura montañosa al oeste, y una muralla defensiva perpendicular al mar, construida en el siglo XVI junto a la de Vegueta para proteger el recinto urbano de posibles ataques o invasiones. A mediados de la pasada centuria, fue derribada para favorecer el proceso expansivo de la urbe, pero podemos imaginamos su emplazamiento original siguiendo el trazado de la actual calle Bravo Murillo. Asimismo, otros límites han variado considerablemente.

No obstante, a lo largo del Seiscientos se produce la consolidación del barrio de Triana, definiéndose la superficie por la que habría de expandirse en centurias venideras. El diseño urbanístico se organizó, según los acuerdos y ordenanzas del Cabildo, siguiendo un trazado más o menos reticular que persiste hoy día, pudiendo contemplarse en las vías perpendiculares a la calle Mayor de Triana. Se levantaron nuevas ermitas como la de San Telmo, San Sebastián, San Justo y de la Concepción, punto de partida esta última del convento de monjas de San Bernardo establecido a finales de siglo. Asimismo, en el último tercio del XVI, se erigieron las construcciones militares destinadas a defender la población, como la muralla norte y el castillo de Santa Ana, junto al Charco de los Abades o Caleta de San Sebastián (San Telmo), que durante casi cuatro centurias fue el principal punto de entrada y salida de pasajeros y mercancías.

Tras la invasión del holandés Van der Does en 1599, comenzó un proceso de reconstrucción urbana que se desarrollaría a lo largo del siglo XVII, ya que este suceso había afectado a los edificios religiosos, militares y particulares más relevantes. Además, instituciones como el hospital de San Lázaro se trasladaron desde fuera de las portadas a intramuros. Este centro de beneficencia se ubicó en un solar situado en las huertas de Triana, en el espacio que posteriormente ocuparía el asilo de ancianos y, en la actualidad, el Centro Insular de Cultura. De igual forma, quedó inaugurado en este siglo el convento de monjas de Santa Clara, próximo al de San Francisco, contribuyendo de este modo a acentuar el carácter conventual que poseía la ciudad desde el XV.

En el siglo XIX, empiezan a aparecer en Triana diferentes tipologías arquitectónicas como teatros, alamedas y paseos, concebidas para atender las inquietudes sociales de la burguesía residente en el banco, enriquecida gracias a las actividades agrarias y comerciales. Las desamortizaciones decimonónicas propiciaron la privatización y venta de los tres conventos establecidos en Triana, con sus huertas y dependencias respectivas, dando lugar a la creación de nuevas calles, plazas, viviendas y edificaciones públicas.
A partir del último tercio del XIX, se levantaron en ambos extremos de Triana dos construcciones fundamentales en la fisonomía del barrio, como fueron el teatro Tirso de Molina (dedicado posteriormente a Pérez Galdós), en la orilla de la desembocadura del Guiniguada; y el Gobierno Militar en la confluencia de la calle de Triana con el llamado paseo de los Castillos (Bravo Murillo). Se atendió, de igual forma, a la alineación de las principales vías, especialmente de la calle Mayor de Triana.

A principios del siglo XX, la arquitectura modernista configuró un tipo de edificación muy característica en el barrio. Muchas de las familias acomodadas que residían en Triana acometieron la empresa de renovar y embellecer sus viviendas como un signo de distinción social. Encontramos muchas de estas decorativas fachadas en la calle Mayor de Triana y sus perpendiculares.
La arquitectura racionalista de los años 20 y 30, propició la construcción de otro de los edificios emblemáticos de Triana, como fue la sede del Cabildo Insular de Gran Canaria, en la esquina de las calles Bravo Murillo y Pérez Galdós, sobre un solar en el que anteriormente se celebraban peleas de gallos.
Por otra parte, también el progreso técnico e industrial llegó al barrio trianero, especialmente en lo que a sus calles y plazas se refiere. El antiguo alumbrado de farolas de aceite y de petróleo fue dando paso a la iluminación eléctrica. Asimismo, hasta los años de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, circuló por la calle Mayor de Triana un tranvía popularmente conocido como "La Pepa", locomotora a carbón que fue inaugurada el día de San José (de ahí su nombre) de 1890. Realizaba el servicio entre el centro histórico y el puerto de La Luz. Sus raíles permanecieron durante décadas a la vista de todos, hasta quedar sepultados por el asfalto y la posterior pavimentación de esta vía, actualmente peatonal.

Dentro de los personajes destacados en la vida cultural y artística de la ciudad, debemos reseñar como residentes en Triana los nombres del literato universal Benito Pérez Galdós y del poeta Tomás Morales, ambos vecinos de las calles Cano y Pérez Galdós, respectivamente. Asimismo, no debemos dejar de referimos a la imagen que algunos pintores canarios nos han legado de determinadas partes del barrio, como es el caso de Comas Quesada, Nicolás Massieu o Juan Betancor...



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